sábado, 20 de marzo de 2010
Sus movimientos parecen mecánicos, da la impresión que tiene un chip instalado y sabe perfectamente donde esta cada vianda de comida, lo veo y me pregunto si sabe todas las combinaciones posibles con estos potajes, es muy rápido y casi no habla pero su rostro no refleja maldad todo lo contrario tiene cara de esas personas malas pero que en realidad son muy buenas y amables.
Marcos Arias tiene manos grandes de hombre fuerte, rostro duro basta mirarlo para saber que ah trabajado mucho y desde muy chico, esas manos fuertes están arrugadas no por el tiempo por el agua, por los platos mojados, por los manteles húmedos y chorreantes de agua, por los cucharones descoloridos, por su trabajo desde hace tres años en Hawái.
Marcos tiene la talla promedio de un peruano común y silvestre, es delgado pero fibroso, tiene los ojos negros como el carbón, la piel tostada de un hombre que ah trabajado desde los 8 años lustrando zapatos en la plaza San Martin con sus tres hermanos, “a las cinco de la mañana salía porque si no me ganaban los clientes y eso me sirvió pà toda la vida si no le sirves rápido la gente se va” me cuenta con soltura.
Hawái
“Pase, pase, pase tengo sitio madre ¿qué le vamo a servir? Oe Carmen traile una banca a la señora, que le dio seño” grita cada cinco segundos Marcos “hay que llamar a la gente pes ¿si no cómo?” y suelta una risotada estruendosa.
- ¿Cuánto tienes trabajando en Hawái Marcos?
- A su ya son tres años esta chamba es matada.
El olor a comida que despide la esquina donde está Hawái es incomparable, al lado del banco de la nación de la avenida Abancay, se ubica este mini restorán, que en realidad más parece una barra de comida al paso, tiene forma de triangulo y en el centro esta Marcos esta especie de pulpo de los platos de combinado chanfainita, tallarín rojo sin pollo, ceviche, mote, cebolla, papa a la huancaína y su infaltable lechuga, “chanfainita con cebiche y mote y otro tallarín chanfainita y papa” vocifera Rebeca que es otra de las mecerás de Hawái regordeta, cabello castaño despintado con raíces negras por la falta de tinte y una voz exasperante que te crispa los nervios.
El local está repleto apenas y puedes caminar dentro de él, la gente llega y no hace su pedido lo grita como en la bolsa de valores pero aquí gritas tu combinación favorita, los más impresionante es como Marcos se memoriza todos los pedidos y en cuestión de segundos, de una manera mecanizada como si fuera una maquina de servir platos de combinado los reparte con tal rapidez que cuando te das cuenta todos están comiendo.
- ¿Cómo ases para recordar cada plato que te piden?
- Todos piden lo mismo además yo soy agilito jajaja y con tanto tiempo acá ya seria bruto si me demoro, antes si pes recién taba aprendiendo ahora todo de memoria no más.
Marcos vive en el Rímac desde que nació, tiene treinta y tres años los cuales toda su vida ha trabajado en la calle desde lustra botas con sus hermanos hasta sirviendo combinados en la avenida Abancay, “Chamba es chamba pes señorita si no que comen mis hijos” me dice.
Son tres
- ¿Tienes esposa Marcos?
- Claro pes, si no en la noche me aburro jajaja tengo esposa y son tres hijitos que tengo yo, pero piden como si jueran seis el Junior, el Michael y el Marquitos como yo pes, toy cabezón ya llega el colegio y ese colegio pide como si uno tuviera plata, no se dan cuenta que soy misio jajaja.
- ¿Tú esposa Marco donde la conociste?
- Esa mujer toda la vida me a correteado señorita, vivimos en el mismo barrio pes y la muy degenerada todos los días pasaba por mi casa, me mandaba cartitas con mis primas ya me tenia cojudo, ya pes que iba ser no me iba ser de rogar pes si quería ahí que darle pes jajaja, pero es la madre de mis hijos pes la tengo que querer que me queda jajaja.
Lo miro y la desfachatez con que habla me causa gracia pero la manera con que le brillan los ojos al hablar de su esposa e hijos eso ningún chiste lo opaca, Marcos resulto ser un personaje explosivo, lleno de alegría y sin ningún tipo de reparos. Me resulta conmovedora la manera con que desempeña su trabajo, Marcos trabaja para el dueño de Hawái. No me quiso decir cuánto le pagan pero al quejarse de que le faltara dinero para los útiles de sus tres niños concluyo que la cantidad no la adecuada.
Lo veo sirviendo las combinaciones con esa rapidez y me pregunto cuánto se puede esforzar una persona por querer sobresalir, por querer educar a sus hijos y lo observo y me doy con la sorpresa de que Marcos es el fiel reflejo de un ser humano luchador.
Marcos Arias tiene manos grandes de hombre fuerte, rostro duro basta mirarlo para saber que ah trabajado mucho y desde muy chico, esas manos fuertes están arrugadas no por el tiempo por el agua, por los platos mojados, por los manteles húmedos y chorreantes de agua, por los cucharones descoloridos, por su trabajo desde hace tres años en Hawái.
Marcos tiene la talla promedio de un peruano común y silvestre, es delgado pero fibroso, tiene los ojos negros como el carbón, la piel tostada de un hombre que ah trabajado desde los 8 años lustrando zapatos en la plaza San Martin con sus tres hermanos, “a las cinco de la mañana salía porque si no me ganaban los clientes y eso me sirvió pà toda la vida si no le sirves rápido la gente se va” me cuenta con soltura.
Hawái
“Pase, pase, pase tengo sitio madre ¿qué le vamo a servir? Oe Carmen traile una banca a la señora, que le dio seño” grita cada cinco segundos Marcos “hay que llamar a la gente pes ¿si no cómo?” y suelta una risotada estruendosa.
- ¿Cuánto tienes trabajando en Hawái Marcos?
- A su ya son tres años esta chamba es matada.
El olor a comida que despide la esquina donde está Hawái es incomparable, al lado del banco de la nación de la avenida Abancay, se ubica este mini restorán, que en realidad más parece una barra de comida al paso, tiene forma de triangulo y en el centro esta Marcos esta especie de pulpo de los platos de combinado chanfainita, tallarín rojo sin pollo, ceviche, mote, cebolla, papa a la huancaína y su infaltable lechuga, “chanfainita con cebiche y mote y otro tallarín chanfainita y papa” vocifera Rebeca que es otra de las mecerás de Hawái regordeta, cabello castaño despintado con raíces negras por la falta de tinte y una voz exasperante que te crispa los nervios.
El local está repleto apenas y puedes caminar dentro de él, la gente llega y no hace su pedido lo grita como en la bolsa de valores pero aquí gritas tu combinación favorita, los más impresionante es como Marcos se memoriza todos los pedidos y en cuestión de segundos, de una manera mecanizada como si fuera una maquina de servir platos de combinado los reparte con tal rapidez que cuando te das cuenta todos están comiendo.
- ¿Cómo ases para recordar cada plato que te piden?
- Todos piden lo mismo además yo soy agilito jajaja y con tanto tiempo acá ya seria bruto si me demoro, antes si pes recién taba aprendiendo ahora todo de memoria no más.
Marcos vive en el Rímac desde que nació, tiene treinta y tres años los cuales toda su vida ha trabajado en la calle desde lustra botas con sus hermanos hasta sirviendo combinados en la avenida Abancay, “Chamba es chamba pes señorita si no que comen mis hijos” me dice.
Son tres
- ¿Tienes esposa Marcos?
- Claro pes, si no en la noche me aburro jajaja tengo esposa y son tres hijitos que tengo yo, pero piden como si jueran seis el Junior, el Michael y el Marquitos como yo pes, toy cabezón ya llega el colegio y ese colegio pide como si uno tuviera plata, no se dan cuenta que soy misio jajaja.
- ¿Tú esposa Marco donde la conociste?
- Esa mujer toda la vida me a correteado señorita, vivimos en el mismo barrio pes y la muy degenerada todos los días pasaba por mi casa, me mandaba cartitas con mis primas ya me tenia cojudo, ya pes que iba ser no me iba ser de rogar pes si quería ahí que darle pes jajaja, pero es la madre de mis hijos pes la tengo que querer que me queda jajaja.
Lo miro y la desfachatez con que habla me causa gracia pero la manera con que le brillan los ojos al hablar de su esposa e hijos eso ningún chiste lo opaca, Marcos resulto ser un personaje explosivo, lleno de alegría y sin ningún tipo de reparos. Me resulta conmovedora la manera con que desempeña su trabajo, Marcos trabaja para el dueño de Hawái. No me quiso decir cuánto le pagan pero al quejarse de que le faltara dinero para los útiles de sus tres niños concluyo que la cantidad no la adecuada.
Lo veo sirviendo las combinaciones con esa rapidez y me pregunto cuánto se puede esforzar una persona por querer sobresalir, por querer educar a sus hijos y lo observo y me doy con la sorpresa de que Marcos es el fiel reflejo de un ser humano luchador.
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